jueves, 31 de enero de 2008

Mielina regresa: Vigésima quinta edición

Realizando la determinación del nitrógeno proteíco según el método de Kjeldahl a un plato desbordante de Corn Flakes del desayuno (versión azucarada), me cayó ácido en la mitad de la mano. Específicamente en la parte comprendida entre el pulgar y el dedo índice.


La superficie cutánea no tardó en resentir la acción oxidante de los sulfuros, produciendo una desnaturalización proteica. Muy interesante, pero recordemos que el objetivo era el cereal, no mi mano creadora.

Inmediatamente lavé la zona afectada, y retiré el tejido quemado, recurriendo al cultivo de tejido de células HeLa que tenía en refrigeración, y que pensaba utilizar en cultivos virales.


¿Se imaginan la magnitud del suceso?

Eran reservas para mi investigación, que una vez concluida, me haría acreedora al premio Nobel. O al menos recibiría más cartas electrónicas con invitaciones exclusivas de colegas científicos. Pero mi mano, la que escribe sandeces, para mis pacientes y amantes lectores: ¿cómo privarme de ella? ¿Cómo privar al mundo de su prodigiosa ociosidad?

Consciente de que el sacrificio era grande, pero estaba destinado para un bien supremo, procedí.

Regresé por ti, por mi, por ustedes, por el blog. Sí, por el blog. El Blog Cultivante: el hijo mío no reconocido y parapléjico. Ese que alcanzó en tres semanas el 25.55555%* de respuestas en su gira por la blogósfera.

No importa tu condición, quiero hacerte saber que continuaremos con la implantación de celulas madre (adultas). Pronto serás capaz de correr y brincar. Mientras tanto, pienso aligerar tu triste estado de postración temporal con un pequeño arreglo estético.


*Verificando la viabilidad de realizar un estudio estadístico serio. Con rayitas, garabatitos y PowerPoint.

lunes, 7 de enero de 2008

¿Y qué si no?

Tomé un libro al azar esperando que me hablara de ti. Las hojas estaban en blanco. Era un blanco nítido, como aquel que se logra divisar en el papel recién tratado con compuestos químicos no biodegradables. Una profunda sensación de desasosiego me abrumó. Probablemente porque dicho papel no sería libre de ácidos y, ¿quién puede inspirarse en papel de paupérrima calidad? Me prometí a mi misma que en la próxima ocasión dejaría de comprar libros piratas.

Salí a la calle, tratando de olvidar lo ocurrido. Pensé en tomar un café. Café que no sepa a café, porque odio el sabor. Pido una extraña mezcla, cuyos verdaderos ingredientes ignoro por completo. Adicionando más azucar al de por sí saturado líquido, con el fin de exterminar hasta el último vestigio de lo que guardaba una fuerte semejanza con agua de calcetín, un extraño plan acudió en mi ayuda. Conseguí pluma y escribí. Ésta vez sobre una servilleta. Advertí que mis habilidades literarias no trascendían más allá de la obsesión por una depurada ortografía, y la constante confusión del pasado con el presente.

Vacilé durante algunos instantes, pero lo incierto y el brebaje calcetinesco aguardaban. ¿Quién eres? Realmente me gustaría saberlo. Eclécticos cebollazos sabotean los retazos recolectados e hilvanados débilmente, y sin embargo busco asirme en un destino dudoso forjado en fantasías basadas en realidades vagas.

¿Cómo puedes retratar tu porvenir en una servilleta? No es mi porvenir. Tal vez sí, tal vez no. ¿Creen en las coincidencias? Hago mención del tema, porque es el principal a tratar el día de hoy. El post de las coincidencias debía salir antes del de los gloriosos panditas. Muy interesantes por cierto, y que en este preciso instante no recuerdo porque quería hablar de ellos, pero me pareció infinitamente gracioso colocarlos en todas partes. Para mejores resultados visualizar al mismo tiempo que se escucha esto.