Estaba yo entretenidísima en una mesa cuyas sillas quedaban pegadas a la ventana del primer piso de algún lugar, inventando una oda a la mediocridad, cuando de pronto volteé y vi:

¿Qué es eso? Pues, ¡un chicle!

Ojalá le pudiera dar un chicle a Wilfrid, ¿podrá comer chicles? ¿Tendrá enzimas chiclolíticas? ¿Los digerirá? ¿Les cambiará el sabor? ¿Los transformará en polvo de estrellas?

Me pregunto (también) si el estado grasoso actual de mi mantarraya voladora englobará al chicle; de esta manera podría averiguar la ruta metabólica y alcanzar la gloria científica. Porque, estaría exterminando el chicle de lugares no aptos para materia chiclosa.
Todo un servicio ecológico.
Sería la eliminación de un simple chicle, pero un gran paso para la humanidad. No sabría explicar su importancia, pero en verdad la tiene.